Yûki, que ha recuperado la cordura tras un largo estupor, rescata a Gosho y Sudô, a quienes Sakurane ha dejado malheridos, y les dice a los seguidores de “La sangre de la felicidad” que él no es un dios. Sin embargo, los creyentes permanecen fieles a su maestro, quien les ordena que devoren el cuerpo y la sangre de Yûki.
El grito de desesperación de Yûki resuena en la conciencia de Okazaki, que ha estado nublada durante diez largos años…
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