Tras El perro enamorado de las estrellas, Takashi Murakami regresa con su obra más dura. Un título marcado por el desastre japonés del 11 de marzo de 2011, que recoge el dolor humano y lo transforma en una historia llena de matices. La muerte que golpea de repente, el luto hacia nuestros seres queridos, la sufrida vejez… Murakami trata el destino de toda persona, inevitable, irreversible; un recorrido en el que solo el amor y la familia nos dan la fuerza necesaria para seguir mirando adelante.
A pesar de haber perdido a sus padres años atrás, Yuki es una mujer aún joven, feliz y segura de sí misma. Se casó con Naoki y juntos han tenido un hijo, Shu, que ahora tiene cinco años.
Un día, los tres deciden ir a disfrutar de un día en el campo. Pasan el día felices. En el viaje de regreso, Shu, ya cansado, se queda dormido plácidamente en el asiento trasero del coche. Todo parece en paz y en orden, hasta que un fatal acto reflejo de Naoki, que con un volantazo trata de evitar el atropello de un pájaro azul, acaba en un terrible accidente con el coche siniestro total y dos de sus ocupantes destrozados: Shu muere en el acto y su padre queda en coma y en estado vegetativo; pero Yuki apenas sufre unos leves rasguños y sobrevive al trance. Sin tiempo siquiera para comprender en su justa medida lo que ha sucedido y aun estado de shock, Yuki debe atender los preparativos del funeral.
La vida le ha dado un giro radical en un abrir y cerrar de ojos. Al principio, es incapaz de asimilar la muerte de su hijo y aunque se aferra a la esperanza remota de recuperar algún día a su marido…
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